"Una vez mi amante ató mis muñecas al cabecero de la cama y luego, entre otros juegos y caricias, echó cera de una vela sobre mis pechos. No es para todos los días, pero como experiencia nueva fue estupenda", confiesa Inés, de 26 años. Estos relatos, así como las palabras sadismo y masoquismo, de primeras, asustan un poco. Y eso que no son de ahora; sus prácticas aparecen en el Kamasutra, y deben su nombre al marqués de Sade y a Leopold von Sacher-Masoch, ambos del siglo XVII.
Para muchas personas de ambos sexos —un 25% según el Informe Kinsey— es excitante proporcionar o recibir pequeñas agresiones cariñosas (mordiscos, azotes, pellizcos…) o someterse vo-luntariamente a fantasías de dominación-sumisión. Y no por ello son sádicos o masoquistas patológicos.
La Enciclopedia de la sexualidad de Francisco Labrador (1992) habla de un 4,8% de hombres y un 2,1% de mujeres que practican el sadismo, y un 2,5% y un 4,6%, respectivamente, a quienes les va el masoquismo. Y aunque estas cifras quizá se refieran a los auténticos parafílicos, nos quedamos con ese 25% a los que podríamos llamar aficionados al sadomaso light.
“En principio no son prácticas patológicas, no son parafilias. Siempre de mutuo acuerdo, es una opción más dentro de la libre expresión de la sexualidad. En el sadomasoquismo se busca un daño físico, un dolor, y su estética es muy radical. En la variante light, se busca el placer y su estética se acerca al fetichismo: tacones, ligueros, pañuelos de seda, vendas, pelucas…”, explica Natalia Salamanca, psicóloga y sexóloga.
Dolor y placer pueden ir unidos. La explicación científica: un buen tortazo aumenta la circulación sanguínea en la zona genital, lo cual incrementa la excitación física. Los límites los pone la pareja, y cada cual disfrutará con un umbral distinto de dolor. Uno puede desde liarse a latigazos, utilizar consoladores gigantes o con púas, tratar los genitales con tenazas hasta suaves ataduras aderezadas con cachetes o mordisquillos.
"La gente que practica bondage, dominación-sumisión… se siente muy incomprendida, se la etiqueta como sadomasoquista cuando lo que le excita no es el daño, sino la obediencia. Digamos que el sadomasoquismo es de cuero, y el bondage de seda", explica José Luis Sánchez de Cueto, del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología. Y esta afición está de moda: “Aquel polémico desfile de la Pasarela Cibeles del diseñador David Delfín empleaba todos los elementos estéticos de esta tendencia: candelabros, cuerdas, tacones, capuchas… Es estética gótica”, añade este sexólogo.
Si te animas a probar, convence a tu pareja. Si no tienes, en Internet hay de todo. Ve con cuidado y entérate bien de la terminología: bondage se refiere a esclavitud y servilismo, con técnicas de sometimiento físico para inmovilizar al esclavo. Su kit básico son cuerdas, ropa de goma o cuero y juguetes (valen las esposas de sheriff de tu hermano pequeño). El spanking o disciplina inglesa habla de azotes y el canning es lo mismo pero, en lugar de con la mano (que duele o se duerme), con un bastón, vara o caña. “En plena bronca con mi chica, ésta intentó pegarme, yo la sujetaba de las muñecas para evitarlo. Al final, acabamos haciendo el amor de una manera salvaje, con mucha fuerza, hasta pegándonos… Memorable” , cuenta Paco, de 25 años.
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