El sol no sale
cada día por el mismo punto, ni se desplaza hasta la misma altura por el cielo.
A mediados de abril y a comienzos de
septiembre sabemos que estamos abriendo dos puertas solares. Una hacia el ciclo
largo que el sol dibuja en el cielo, como una lemniscata: el invierno y otra hacia el verano.
El dibujo que el
sol traza sobre el cielo si lo contemplamos durante todo un año a una misma
hora, es similar a un 8 apaisado. La explicación no es tan sencilla ni rudimentaria
si la brinda un astrónomo, pero el efecto a entender es el mismo.
Al cruzar esta
puerta, a comienzos de septiembre, invertimos el reloj dodecateísta
de arena: a partir de ahora, todas las fiestas son de despedida. En la primera de estas fiestas,
despediremos a la fuerza de Apolo con las Boedromias y
en la última, el retorno de Perséfone al Hades con las segundas Adonias.
La de hoy es una fiesta
bisagra donde todo lo que -desde el equinoccio de primavera-, hemos estados
sumando, comienza a restar.
Al final del camino nos aguarda el frío
y gélido Enero, al final del calendario. Un mes sin fiestas religiosas -sin
civilitas-, de rigurosa oscuridad.
Hoy comenzamos el camino hacia la muerte de la naturaleza. O más bien, su merecido descanso.
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