Ir al contenido principal

Disparos de Orión


Pocas constelaciones son tan reconocibles y evocadoras como la de Orión, el gigante cazador. Su cinturón, marcado por las tres estrellas en línea recta —Alnitak, Alnilam y Mintaka— es visible en ambos hemisferios y ha fascinado a la humanidad durante milenios. Hay quienes creen incluso que la disposición de estas estrellas inspiró la orientación de las pirámides de Guiza, en un intento de reflejar en la Tierra la grandeza del cosmos.

Orión, siempre en movimiento, persigue eternamente a las hijas del titán Atlas: las Pléyades, que brillan como una joya en el cielo nocturno. Las Pléyades, también conocidas como las Siete Hermanas, han guiado a navegantes y viajeros desde tiempos antiguos y, en una noche despejada, aparecen como un grupo de pequeñas estrellas apiñadas, asemejándose a palomas que revolotean sobre los tejados. Se dice que la séptima hermana, Mérope, brilla menos intensamente, aún avergonzada por haberse enamorado de un mortal. 

Junto a sus dos leales compañeros, Can Mayor y Can Menor, Orión se alza en el firmamento, armado y listo para cazar. Se cuenta que en otro tiempo fue compañero de la diosa Artemisa, sirviendo en su comitiva de cazadores. Ahora, en una pose que destila fuerza, Orión parece enfrentarse a las criaturas celestiales con sus perros a su lado, en una batalla eterna.

Esta semana, el cielo nos invita a un espectáculo natural impresionante: la lluvia de meteoros Oriónidas. Del 21 al 22 de octubre, más de 15 meteoros por hora se desprenderán de los restos del cometa Halley, creando una auténtica cascada de luz que emana del cazador. Es un evento sin igual, una muestra del poder perdurable del gigante en la bóveda celeste.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Apolo, un dios con CV

 Ἀπόλλων no es el dios del Sol, tampoco lo era para los helenos. Apolo representa la peste, la plaga y la epidemia, pero también la creación y la vida. Es una antítesis y como toda entidad compleja, con el paso del tiempo cobró cada vez más significado hasta que, hacia comienzos del primer milenio, acabó acaparando la figura de Helio, el dios del sol. Es curioso porque hay, en el panteón, figuras que representan las mismas fuerzas que Apolo encarna. Para ser tutor de las Artes, están las Musas; para ser dios de la salud, tenemos a Asclepio; para dios de la destrucción, está Hades.    La novedad es que Apolo es el dios oracular por excelencia y el dios de la armonía. Y es que hay en el ciclo de creación y destrucción una evidente armonía de fuerzas -que en el 98% de las veces se salda con la extinción- evolutivas. Apolo tiene un origen que dista de poder considerarlo “el más griego de los dioses”, hay referencias bíblicas que lo identifican con el de...

Adonia: el regreso con Perséfone

La celebración de la Adonia, tal como lo hemos adelantado, consiste en pequeños rituales muy significativos. En primer lugar, un “brindis fúnebre” por la vida que dejamos.  Utilizamos para ello zumo de granada mezclado con alguna bebida alcohólica -preferentemente Ratafía-. La ratafía, hecha con la sangre de la menta -entre otras hierbas silvestres- será nuestro último trago. Se exprime la granada y sus semillas caen y se mezclan con la bebida y se toma de un golpe.  El simbolismo de la semilla de granada -la cual condenó a Perséfone al Hades-, y su consumo se hace en honor al engaño con el que Hades que nos conduce a la muerte.   La granada era una planta con la que se decoraban los monumentos fúnebres. Por eso, posteriormente cogemos una granada entera y sin cortar por persona, velas pequeñas y nos vamos en dirección al cementerio una vez caída la noche. Esa granada que arrojamos será nuestro alimento y reserva para el más allá. Lo ideal es subir a un montículo p...

Qui exaudivit me in die tribulationis meæ, salvum me faciat

Desde el fin del año y hasta el solsticio de invierno , la noche crece día a día. En el silencio del riguroso invierno encontramos un momento para pensar en todos aquellos que sufren. Los que están enfermos, los que reciben un diagnóstico nefasto, los que acaban de marchar. Por todos ellos elevemos juntos un ruego y hermanemos nuestros corazones:   « Qui exaudivit me in die tribulationis meæ, salvum me faciat » .  Que quien los escuche, los salve. Cada noche, dejamos un farol encendido fuera de casa con un cirio con la esperanza de que esa luz y ese calor alivien sus corazones.