Pocas constelaciones son tan reconocibles y evocadoras como la de Orión, el gigante cazador. Su cinturón, marcado por las tres estrellas en línea recta —Alnitak, Alnilam y Mintaka— es visible en ambos hemisferios y ha fascinado a la humanidad durante milenios. Hay quienes creen incluso que la disposición de estas estrellas inspiró la orientación de las pirámides de Guiza, en un intento de reflejar en la Tierra la grandeza del cosmos.
Orión, siempre en movimiento, persigue eternamente a las hijas del titán Atlas: las Pléyades, que brillan como una joya en el cielo nocturno. Las Pléyades, también conocidas como las Siete Hermanas, han guiado a navegantes y viajeros desde tiempos antiguos y, en una noche despejada, aparecen como un grupo de pequeñas estrellas apiñadas, asemejándose a palomas que revolotean sobre los tejados. Se dice que la séptima hermana, Mérope, brilla menos intensamente, aún avergonzada por haberse enamorado de un mortal.
Junto a sus dos leales compañeros, Can Mayor y Can Menor, Orión se alza en el firmamento, armado y listo para cazar. Se cuenta que en otro tiempo fue compañero de la diosa Artemisa, sirviendo en su comitiva de cazadores. Ahora, en una pose que destila fuerza, Orión parece enfrentarse a las criaturas celestiales con sus perros a su lado, en una batalla eterna.
Esta semana, el cielo nos invita a un espectáculo natural impresionante: la lluvia de meteoros Oriónidas. Del 21 al 22 de octubre, más de 15 meteoros por hora se desprenderán de los restos del cometa Halley, creando una auténtica cascada de luz que emana del cazador. Es un evento sin igual, una muestra del poder perdurable del gigante en la bóveda celeste.
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