Ir al contenido principal

Minos, Radamantis y Éaco: Los jueces del Inframundo


El inframundo, gobernado por Hades, no es un reino donde las almas vagan sin rumbo. Al contrario, se rige por un sistema de justicia riguroso que garantiza que cada alma reciba su destino adecuado. Tres grandes héroes de la antigüedad, Minos, Radamantis y Éaco, quienes fueron reyes durante su vida mortal, son los encargados de juzgar a las almas en el inframundo. ¿Quiénes juzgaban las almas antes que estos reyes existieran? y ¿por qué son reyes mortales quienes juzgan a las almas de los mortales?, son verdaderas incógnitas.

Minos, el legendario rey de Creta, es uno de los jueces más conocidos del inframundo. En vida, fue famoso por su sabiduría y su capacidad de gobernar con justicia, cualidades que lo hicieron digno de su papel en el Hades. Según la tradición, Minos tiene la última palabra en los casos más difíciles, aquellos en los que las decisiones de sus compañeros jueces no son claras o en los que los crímenes y virtudes de las almas son ambiguos. Minos simboliza la justicia máxima o suprema, asegurando que ningún alma sea juzgada sin que se tenga en cuenta cada aspecto de su vida.

Radamantis, hermano de Minos y rey de los cretenses, es conocido por su vida virtuosa y rectitud inquebrantable. Su fama de ser un gobernante justo le permitió ser uno de los jueces del inframundo tras su muerte. Radamantis se encarga de juzgar a las almas que provienen de los territorios orientales, y es particularmente el encargado de aquellos que merecen un lugar en los Campos Elíseos, el paraíso del inframundo reservado para los héroes y las almas virtuosas. Bajo su supervisión, los justos y los héroes que vivieron de acuerdo con las leyes divinas encuentran su recompensa en la eternidad. ¿Por qué existe una división de jueces de acuerdo al territorio en el que hayan vivido los mortales? 

Éaco, rey de la isla de Egina, fue célebre por su piedad y justicia. Zeus lo eligió para juzgar a las almas provenientes del occidente. En la mitología griega, Éaco no solo actúa como juez, sino que también es el guardián de las llaves del Hades, controlando el acceso al inframundo. Su papel es significativo, ya que asegura que las almas entren en el inframundo para ser evaluadas. Éaco es visto como una figura de imparcialidad, un guardián que, aunque severo, es justo.

El sistema de justicia en el inframundo refleja la creencia de que cada ser humano, al morir, debe rendir cuentas por su vida. Las decisiones de estos tres jueces no son arbitrarias; están fundamentadas en un orden cósmico que asegura que cada alma sea tratada de manera justa. Mientras que las almas corruptas y malvadas son condenadas a un castigo eterno en el Tártaro, las almas justas y heroicas son enviadas a los Campos Elíseos, donde viven en paz y dicha eternas. Entre estos dos extremos se encuentra el vasto territorio del inframundo, donde las almas neutrales permanecen sin ser castigadas ni recompensadas.


Minos, Radamantis y Éaco, reyes mortales cuya rectitud les permite ser jueces de los mortales, reflejan el principio de que la justicia trasciende la vida mortal y continúa en el reino de Hades. Y también una administración de justicia específica para los dioses y para los humanos, para los que habitan de un lado o del otro del mundo conocido, una auténtica lógica y diferenciación que es común a los tres reinos.

En el dodecateísmo moderno, estas figuras pueden representar la idea de que el juicio y el destino son inevitables y que las acciones en la vida determinan el futuro en el más allá.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Apolo, un dios con CV

 Ἀπόλλων no es el dios del Sol, tampoco lo era para los helenos. Apolo representa la peste, la plaga y la epidemia, pero también la creación y la vida. Es una antítesis y como toda entidad compleja, con el paso del tiempo cobró cada vez más significado hasta que, hacia comienzos del primer milenio, acabó acaparando la figura de Helio, el dios del sol. Es curioso porque hay, en el panteón, figuras que representan las mismas fuerzas que Apolo encarna. Para ser tutor de las Artes, están las Musas; para ser dios de la salud, tenemos a Asclepio; para dios de la destrucción, está Hades.    La novedad es que Apolo es el dios oracular por excelencia y el dios de la armonía. Y es que hay en el ciclo de creación y destrucción una evidente armonía de fuerzas -que en el 98% de las veces se salda con la extinción- evolutivas. Apolo tiene un origen que dista de poder considerarlo “el más griego de los dioses”, hay referencias bíblicas que lo identifican con el demonio o con ot

Adonia: el regreso con Perséfone

La celebración de la Adonia, tal como lo hemos adelantado, consiste en pequeños rituales muy significativos. En primer lugar, un “brindis fúnebre” por la vida que dejamos. Utilizamos para ello zumo de granada mezclado con alguna bebida alcohólica -preferentemente Ratafía-. La ratafía, hecha con la sangre de la menta -entre otras hierbas silvestres- será nuestro último trago. Se exprime la granada y sus semillas caen y se mezclan con la bebida y se toma de un golpe. El simbolismo de la semilla de granada -la cual condenó a Perséfone al Hades-, y su consumo se hace en honor al engaño con el que Hades que nos conduce a la muerte. La granada era una planta con la que se decoraban los monumentos fúnebres. Por eso, posteriormente cogemos una granada entera y sin cortar por persona, velas pequeñas y nos vamos en dirección al cementerio una vez caída la noche. Esa granada que arrojamos será nuestro alimento y reserva para el más allá. Lo ideal es subir a un montículo para poder

Qui exaudivit me in die tribulationis meæ, salvum me fac

Desde el fin del año y hasta el solsticio de invierno, la noche crece día a día. En el silencio del riguroso invierno encontramos un momento para pensar en todos aquellos que sufren. Los que están enfermos, los que acaban de descubrirlo, los que acaban de marchar. Por todos ellos elevemos juntos un ruego y hermanemos nuestros corazones:  Qui exaudivit me in die tribulationis meæ, salvum me fac.  Que quien los escuche, los salve. Dejamos un farol encendido fuera de casa con un cirio con la esperanza de que esa luz y ese calor alivien sus corazones.