Escila es una figura de terror y misterio, una entidad monstruosa que habita los mares, su nombre se asocia a menudo con su contraparte marina, Caribdis. Juntas, formaban un temible dúo que aterrorizaba a los marineros que intentaban cruzar el estrecho entre Italia y Sicilia.
En sus orígenes, Escila no era una criatura monstruosa. Diversas fuentes antiguas, como Ovidio en sus "Metamorfosis" y Hesíodo en la "Teogonía", nos presentan a Escila como una hermosa ninfa marina, hija de Forcis y Hécate, según algunas tradiciones, aunque en otras versiones es hija de Forcis y Ceto, dioses primordiales del mar. Su vida transcurre en las costas rocosas, donde disfrutaba de la compañía de las olas y la vida marina.
El destino de Escila cambia radicalmente cuando se cruza con Glauco. Originalmente, Glauco era un mortal pescador que se transformó en un dios marino después de consumir una hierba mágica. Esta transformación le otorgó una apariencia peculiar, con barba y cabello de color verde oscuro, similar a las algas marinas, y una cola de pez. Es una divinidad marina menor.
Glauco se enamora perdidamente de Escila. Al rechazar sus avances, desesperado, busca la ayuda de Circe, la poderosa hechicera. Sin embargo, Circe también se enamora de Glauco, y al ver su amor no correspondido, decide castigar a Escila. Llena de celos y despecho, Circe prepara una poción mágica y la vierte en el mar donde Escila solía bañarse. Cuando la joven ninfa entra en el agua, se transforma en una monstruosa criatura con doce patas deformes, seis cabezas de perro con afilados colmillos, y un torso cubierto de serpientes. Este acto de metamorfosis la convierte en una bestia marina destinada a atormentar a los marineros por la eternidad.
Escila es descrita como una criatura de pesadilla. Su cuerpo es una amalgama de elementos monstruosos y feroces. Las seis cabezas de perro que emergen de su torso son su rasgo más distintivo y temido. Estas cabezas, dotadas de afilados colmillos, eran capaces de alcanzar y devorar a los marineros desprevenidos que navegaban demasiado cerca de sus dominios. Su parte inferior está compuesta por serpientes, lo que simboliza su conexión con el caos y el peligro inminente del mar.
Caribdis, en cambio, era originalmente una ninfa marina, hija de Poseidón y Gea. Poseidón, en su afán por expandir su dominio, desató Caribdis sobre las tierras, inundando vastas extensiones. Este acto provocó la ira de Zeus, quien castigó a Caribdis transformándola en un remolino insaciable. Desde entonces, Caribdis reside en el fondo del estrecho de Mesina, donde tres veces al día absorbe enormes cantidades de agua, creando un remolino tan poderoso que podía hundir incluso las embarcaciones más robustas.
Mientras Escila representaba el peligro visible de los monstruos marinos, Caribdis simbolizaba el terror invisible de las fuerzas naturales incontrolables. La elección de los marineros era cruel: si se acercaban a Escila, algunos de sus hombres serían devorados, pero si optaban por Caribdis, todo el barco podría ser engullido y destruido.
Una de las representaciones más emblemáticas de Escila se encuentra en la Odisea de Homero, donde el héroe Odiseo debe enfrentarse a este monstruo marino durante su viaje de regreso a Ítaca. En su paso por el estrecho de Mesina, Odiseo y su tripulación se encuentran atrapados entre dos peligros: Escila y Caribdis. Odiseo, había sido advertido por Circe sobre el peligro de ambos monstruos, decide navegar más cerca de Escila para evitar ser engullido por el remolino de Caribdis. A pesar de sus esfuerzos, seis de sus hombres son capturados por las cabezas de Escila y devorados. El pasaje es particularmente desgarrador en la Odisea, ya que Odiseo debe enfrentarse a la pérdida de sus compañeros sin poder hacer nada para salvarlos, subrayando la impotencia de los humanos frente a las fuerzas divinas y monstruosas.
Tras el primer encuentro donde seis de sus hombres fueron devorados por Escila, Odiseo intenta cruzar de nuevo el estrecho en su camino de regreso a Ítaca. Esta vez, su barco es engullido por Caribdis después de que los vientos de Zeus destruyen la embarcación. Odiseo, aferrado a un trozo de madera, se enfrenta al remolino, siendo arrastrado hacia el abismo. Sin embargo, la fortuna o el destino le permite escapar, dejando atrás a las dos monstruosas guardianas.
El fin de Escila es un tema que varía en diferentes tradiciones, pero su muerte suele estar relacionada con la intervención de héroes o dioses que buscan poner fin a su reinado de terror.
En una versión menos conocida, Heracles es el responsable de su caída. Durante su misión para robar los bueyes de Gerión, Heracles tiene que cruzar el estrecho de Mesina. Al pasar cerca de Escila, el monstruo se abalanza sobre su barco, devorando a varios de sus hombres. Enfurecido, Heracles ataca a Escila, utilizando sus flechas envenenadas con la sangre de la Hidra de Lerna, lo que la hiere mortalmente. Sin embargo, debido a su naturaleza divina y la intervención de sus padres, Escila no muere por completo, sino que se transforma en una forma fantasmal, continuando su acecho en las profundidades del mar, ahora como una sombra del monstruo que una vez fue.
Otra versión sugiere que la propia Circe, responsable de su transformación inicial, decide finalmente poner fin a su existencia. Tras haber desencadenado el sufrimiento de muchos marineros, Circe, en un acto de redención o simple cálculo de las consecuencias de sus acciones, prepara una poción para eliminar a Escila. Sin embargo, este acto puede interpretarse como un intento de reparar el daño causado o simplemente una acción motivada por su propio interés.
En todas estas versiones, el fin de Escila es ambiguo, pues su naturaleza monstruosa y divina hace difícil concebir una muerte definitiva. Escila no es completamente mortal, lo que la sitúa en un limbo de existencia donde puede renacer o mantenerse como una fuerza etérea. Ambas acabaron siendo peligros intangibles e impredecibles.
Las historias de Escila y Caribdis, con sus múltiples interpretaciones, reflejan los peligros incontrolables de la vida y las decisiones difíciles que enfrentamos a diario. La expresión "entre Escila y Caribdis" ha quedado como un proverbio que simboliza estar atrapado entre dos peligros inevitables, donde cualquier elección resulta en una pérdida o un sacrificio.
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