En la fértil isla de Ceos , nació Cipariso , hijo de un noble llamado Telefo . Su infancia estuvo marcada por su belleza singular, que parecía reflejar la misma naturaleza que lo rodeaba. Creció bajo la mirada benévola de Apolo , quien, conmovido por su inocencia y amor por la vida salvaje, lo tomó bajo su protección. Cipariso se convirtió en un joven que pasaba sus días en armonía con los bosques, especialmente encariñado con un majestuoso ciervo que, según se decía, había sido consagrado a las ninfas locales. Este ciervo, dócil y de grandes astas, era su compañero constante. Cipariso lo adornaba con guirnaldas de flores y le hablaba como a un compañero. Sin embargo, el destino, que siempre guarda pruebas para los mortales, trajo un giro trágico a esta amistad. Una tarde, mientras el sol caía y las sombras se alargaban, Cipariso, armado con una jabalina, confundió a su amado ciervo con una presa y lo hirió de muerte. Cuando comprendió lo que había hecho, su corazón se llenó de un dolo...